Enero de 1997, mi padre falleció inesperadamente. Una de mis hermanas enfermó de gravedad debido a nuestra pérdida. La hospitalizamos por varias semanas sin que lograra mejoría. Sus médicos tratantes no le dieron esperanza y la llevamos a casa. Mi hermana mayor solicitó a una amiga suya, terapeuta holística, que atendiera a mi hermana enferma. El resultado de la primera terapia fue impactante: mi hermana mejoró bastante, sólo 3 ó 4 sesiones de terapias holísticas más y mi hermana recuperó su estado de salud habitual. Antes de esa experiencia, yo ignoraba por completo la existencia de las terapias holísticas. A partir de ese momento una espina de interés y gratitud por esas terapias se clavó en mi mente y en mi corazón y una nueva terapeuta holística se gestó.